10.8.10

Agua fría


Hace meses se dañó el calentador en mi casa. Un día dejó de funcionar y yo anoté en una lista que debía buscar al técnico que lo arreglara. Lo anoté justo debajo de los ítems limpiar las ventanas, comprar un timbre, buscar un sofá en mercadolibre y comprar clavos para guindar el cuadro de mi mamá.

Hoy no se ve mucho a través de las ventanas de la cocina y el baño, quien llega a mi casa debe escribir un SMS o usar los tradicionales nudillos para anunciar su llegada, mi sala sigue casi vacía a excepción de la silla de playa que le pedí prestada a mi papá en enero y el cuadro que pintó mi madre para decorar una pared del apartamento descansa sobre el suelo, recostado de esa pared que debería estar decorando. Así que obviamente el calentador de agua aún no funciona.

Según amanece el día, acomodo mis hábitos de higiene a la temperatura local. Me baño en la mañana antes de salir a trabajar si el horario me permite hacerlo cuando ya ha empezado a calentar el sol. Y procuro ducharme siempre en las noches justo cuando llego cansada y acalorada del trabajo, para aprovechar la falta de frío en los huesos y el extra de frío en las tuberías.

Debo confesar que para resguardarme de un resfriado, y también un poco por cobarde, he evitado algunas duchas domingueras si es que llueve o Pacheco ha bajado desde el Ávila con mayor ímpetu del acostumbrado.

Pero en general, no suelo torturarme por la falta de agua caliente. Me digo a mi misma que ya aprendí a vivir con eso.

Uno cree que puede acostumbrarse a bañarse con agua fría, pero aunque estemos seguros de que saldrá fría siempre, aunque nos convenzamos de que es mejor para la piel y la circulación, aunque vivamos en el trópico y sea más sencillo enfrentarnos al shock, si alguna vez tuvimos agua caliente siempre la extrañaremos.

Porque recordamos lo agradable que se siente el correr del agua tibia sobre la espalda. Sabemos que es más sencillo pararse bajo la ducha sin que nos importen las corrientes de aire frío. Porque entendemos que a veces los músculos y el alma necesitan el vapor para renovarse y salir a la calle de nuevo.

Es lo mismo con el amor. Una vez que sabes cómo se siente, es imposible conformarse – verdaderamente – con menos.