7.9.11

30 Libros. Día 14. Uno que haya odiado hace años y hoy admira.

Recomendamos, según la indicación correspondiente, un libro por día

Doña Bárbara. Rómulo Gallegos.



Mi edición de Doña Bárbara es, como la de María, una de esas para escolares. Con glosario y un epílogo con instrucciones para leer y "entender"la obra según les parece a los profesores de primaria.

No tengo idea de como llegó el libro de Isaacs a mi casa, pero el de Gallegos lo fui a comprar con mi mamá junto con el resto de la lista de útiles escolares. En la primera página en blanco del libro, que aún está en casa de mi mamá, se lee claramente en mi caligrafía infantil Estrella Araque, 6to "B". No sé porqué las comillas.

No recuerdo qué hice para aprobar castellano ese año, pero sí recuerdo que entrompé el libro a mis 11 años y no llegué ni a la mitad.

No entendía nada, me perdía entre los diálogos llenos de palabras desconocidas, cabeceaba intentando superar las catorce páginas que se gastaba Rómulo en describir los pantanos o las palmas de Altamira, desde el primer momento me cayó muy mal Santos Luzardo, y en general aborrecí la alharaca respecto a una supuesta obra maestra que yo encontraba aburridisíma.

Terminé el colegio sin tener mucha idea sobre la historia de la Domadora de hombres y comencé la universidad decidida y segurísima de estar estudiando lo correcto. La gente dice que para estudiar periodismo "hay que leer mucho", y yo con eso estaba muy cómoda.

Pero, ¡oh sorpresa!, entre mis primeras asignaciones universitarias se coló de nuevo la obra de Gallegos, y lo sentí como una afrenta. Una profesora de literatura que fumaba como chimenea (en el aula) y parecía odiar al mundo, nos indicó el primer día de clases que ese semestre leeríamos - entre otros- el libro odiado.

Lo dejé para el último momento, y esta vez ya mi léxico me dejaba leer y entender a pesar de que seguían estando las mismas palabrejas desconocidas en todos los diálogos. En la premura de tener que leer para un examen me volví a saltar muchas páginas descriptivas, pero llegué al final con una idea clara del argumento. Y en general no lo detesté, pero tampoco lo amé. Esto ocurría a mis 17 años.

Durante las vacaciones que pasé en la recién estrenada casa de mi madre el año pasado me encontré con un panorama medio desolador. Ahora mi hermana menor y ella trabajaban, por lo cual yo me quedaba horas y horas sola en casa, esperando que mi familia volviera de sus labores.

Las cosas aún estaban en cajas porque no había dado tiempo de desempacar todo, y una tarde larga y calurosa en la que creía enloquecer de fastidio me fijé que una de las cajas más accesibles en el patio decía L I B R O S, esto con la bonita caligrafía de mi mamá, y no lo pensé dos veces para ir y abrirla, decidida a ocuparme en algo distinto al zapping que venía practicando desde hacía dos semanas.

El primer libro que apareció fue este, la misma edición comprada más de 10 años atrás, con la tapa un poco rota y las hojas ya amarillas. Casi sin notarlo empecé a leer la historia otra vez, olvidando que había una caja llena de libros frente a mi. Libros que quizá aún no había leído. Fue raro.

Por primera vez, siendo la tercera vez, disfruté las anteriormente detestables descripciones. Le puse cara a Marisela, y me encanté con ella como si apenas me la estuvieran presentando. Reconocí en ella muchas cosas mías, y en Santos muchas cosas de las que buscamos casi todas las mujeres en un hombre.

Entendí a la Doña, por primera vez también. Y dos días después cerré el libro terminado con una sensación parecida a la vergüenza. ¿Cómo es posible que no me hubiera gustado este libro antes?.

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